"Si pudieras regalarle a alguien cualquier parte de tu vida como niño de una tercera cultura, ¿cuál sería?". le pregunté a mi hijo Aaron.
Respondió con una historia.
"El pasado Día de Acción de Gracias, tú y yo salimos a buscar los pollos más grandes que pudimos encontrar", dice Aaron. Nos contó que los pavos -o "pollos elefante", como los llaman en nuestro país de acogida- son muy difíciles de encontrar. "Pero puedes conseguir un pollo como quieras, vivo o muerto", dijo.
Me acordé de aquel día. Habíamos encontrado la pequeña calle donde todos los comerciantes de pollos tenían sus tiendas para vender aves de corral vivas.
Admiramos nuestros hallazgos recién sacrificados. Aaron los llamó Bob, Greg y Roger.
Aaron había decidido que iba a buscar las aves más grandes de la calle. Decenas de pollos vivos esperaron pacientemente a que se inclinara la balanza, y finalmente tuvimos nuestras aves seleccionadas.
El dueño musulmán de la tienda se ofreció a hacer el trabajo sucio, cosa que le permitimos de buen grado.
De vuelta en el coche, admiramos nuestros hallazgos recién sacrificados. Aaron los llamó Bob, Greg y Roger.
Pero algo no tenía buena pinta. No parecían Butterballs listas para el horno. Pero no podíamos saber por qué.
"Ojalá la gente pudiera entrar en otra cultura y no pensar que es raro".
Entonces nos dimos cuenta. Les habían quitado la piel. Serían perfectas para cocinar un plato local de pollo y arroz, pero no tanto para asarlas en el horno.
Tuvimos el tiempo justo de correr a la única tienda de la ciudad que vendía asadores congelados de medio kilo y llevarlos a casa para descongelarlos. La lección que sacamos de aquel día: Resulta que seis pollos pequeños equivalen a un pavo.
Después de compartir su historia, Aaron dijo: "Ojalá la gente pudiera entrar en otra cultura y no pensar que es rara. Ojalá pudieran ir y decir: 'Impresionante', y reconocer que es única".
Que recibamos este don que Aarón desea para nosotros, el don de la curiosidad cultural y el asombro ante los pueblos y lugares que Dios ha creado en el mundo.
- Alaba a Dios por la diversidad de pueblos y culturas que ha creado. Orar para que la gente de todos los lugares le conozca y adore a Cristo.
- Pide al Señor que bendiga Fronteras' niños de tercera cultura como Aaron con un poderoso sentido de pertenencia y propósito en Su Reino.
- Orar para que los niños de los equipos de Fronteras vivan por Jesús con audacia, independientemente de la cultura en la que vivan.
Los niños de la tercera cultura (TCK, por sus siglas en inglés) tienen raíces en dos o más culturas sin pertenecer nunca completamente a ninguna de ellas. Tienen el doble de amigos, pero pagan el precio de echar de menos a la mitad de ellos, dependiendo de dónde se encuentren.
Más información sobre los TCK y formas sencillas de apoyarlos.
Este relato procede de un antiguo obrero. Los nombres se han cambiado por seguridad.
Foto principal de Carsten ten Brink