Me quedé en la acera, sudando un poco por el calor. La mezquita se elevaba hacia el cielo azul, con sus cúpulas y chapiteles brillando a la luz del sol.
Respiré hondo, me quité los zapatos y entré. En silencio, recé para que mi descabellada idea diera resultado. Hay pocas cosas más locas que ir a la mezquita para hablar de Jesús a la gente.
La mezquita ya estaba abarrotada de fieles el viernes por la tarde, así que me dirigí a una fila de sillas contra la pared donde se sentaban varios ancianos y me presenté al hombre que estaba a mi lado.
"Deberías hacerte musulmán".
"Entonces, ¿eres musulmán?", preguntó, probablemente preguntándose por qué no me preparaba para orar en la colchoneta con otros de mi edad.
"No." Sacudí la cabeza. "Pero amo a Dios con todo mi corazón". Sabía por experiencia que empezar la conversación con mi compromiso con Jesús le haría cerrarse en banda, mientras que compartir actos de adoración que ambos observábamos nos daría un terreno común. "Yo orar, doy ofrendas y ayuno".
"Deberías hacerte musulmán". Negué con la cabeza, pero el anciano asintió con énfasis. "Deberías hacerlo. Serías muy feliz. Cuando acabe, te presentaré al jeque que va a hablar".
El jeque no me devolvió la sonrisa. Cruzó las manos sobre su enorme escritorio.
Nuestra conversación se interrumpió al comenzar las oraciones, pero mi corazón se aceleró. Conocer al jeque podía abrirme muchas puertas a nuevos contactos, siempre que la conversación saliera bien.
Mi nuevo conocido me condujo al despacho del jeque, una habitación llena de estanterías con una alfombra de ricos colores. El anciano dijo algo en árabe, tan rápido que no le entendí. Imaginé que era algo así como: "Este americano vive aquí desde hace varios años. Le he pedido que se convierta, pero no quiere. Quizá te escuche a ti".
El jeque no me devolvió la sonrisa. Cruzó las manos sobre su enorme escritorio. "¿Por qué no eres musulmán?"
Le di la misma respuesta que le había dado al anciano. "Amo a Dios con todo mi corazón. Yo orar, doy ofrendas y ayuno".
"¿Pero no sabes que todas tus orando, donaciones y ayunos no cuentan a menos que seas musulmán?".
Sólo era una conversación introductoria, así que sabía que hablar de doctrina no llevaría a ninguna parte. Pero si el jeque decidía que valía la pena conocerme, quizá se mantuviera en contacto conmigo o enviara a alguien para que me siguiera, lo que abriría la puerta a conversaciones sobre Jesús.
Si no, esta visita a la mezquita sería un esfuerzo sin salida.
El jeque negó con la cabeza, aún con el ceño fruncido. "¿Pero no sabes que todas tus orando, donaciones y ayunos no cuentan a menos que seas musulmán?". Se reclinó en su silla y me miró. Empezaba a preguntarme si iba a echarme cuando volvió a hablar. "Deberías probar el islam durante un año. Si no te gusta, puedes dejarlo".
Forcé una sonrisa a pesar de que se me revolvía el estómago. En este país sigue habiendo peligros muy reales para la gente que deja de seguir el islam. "Gracias por la invitación".
Sonreí mientras le devolvía el teléfono, sintiéndome como si me hubiera tocado la lotería.
Asintió con la cabeza. "¿Le parecería bien que nos pusiéramos en contacto con usted de vez en cuando? ¿Qué te parecería que te invitáramos a algunas de nuestras celebraciones y eventos?".
El alivio me inundó, relajando parte de la tensión de mis músculos. La conversación había tomado el rumbo que yo esperaba. "Por supuesto", acepté. "Gracias por preguntar".
"Bien". El jeque sacó su teléfono. "¿Nos puede dar su número de teléfono y su nombre? Por favor, deletrea tu nombre".
"Claro". Sabía que quería la ortografía para poder investigarme, pero lo único que encontraría sería información sobre mi trabajo secular. Sonreí mientras le devolvía el teléfono, con la sensación de que me había tocado la lotería. Que alguien investigue mis antecedentes puede sonar desconcertante, pero es un pequeño precio a pagar por las oportunidades que este encuentro puede crear.
Le pido a Dios que traiga buscadores de la verdad que sientan curiosidad por la Biblia y hagan preguntas.
Yo orar muchas puertas se abrirán a partir de mi conversación con el jeque. Los proselitistas enviados para convertirme al islam podrían presentarme a un grupo más amplio. Pido a Dios que traiga a buscadores de la verdad que sientan curiosidad por la Biblia y hagan preguntas. No sería la primera vez que alguien que intenta convertirme al islam decide al final seguir a Jesús.
Orar:
- Orar que de esta conversación con el jeque saldrán muchas nuevas conexiones con hombres musulmanes que buscan la verdad.
- Eleva el campo obreros mientras entablan audazmente conversaciones espirituales con líderes musulmanes.
- Pide a Dios que trabaje en los corazones del anciano y del jeque mientras procesan sus interacciones con este campo obrero.
Majda se sentía vacía y perdida hasta que una enfermera de Estados Unidos compartió con ella el Evangelio.
JESUS SOLO EN EL PRESS DE BANCA
Este relato procede de un veterano obrero. Los nombres y lugares han sido modificados por motivos de seguridad.