Cuando Habsa se enteró de lo que costaría extirparle el cáncer del abdomen, pensó que la noticia era una sentencia de muerte. Soltera en un país musulmán, no tenía seguro y no podía permitirse miles de dólares en gastos médicos.
Cuando Habsa comunicó la noticia a los creyentes musulmanes de su iglesia, les aseguró que estaría bien. Al fin y al cabo, Cristo había muerto y resucitado, así que no tenía por qué temer al futuro, por muchas incógnitas que planteara.
El líder de la iglesia en casa contó a sus compañeros de ministerio en un equipo de Fronteras la situación de Habsa y les invitó a un tiempo de oración por ella. Durante la reunión, varias personas sintieron que era una oportunidad especial para que el joven cuerpo de creyentes magnificara el nombre de Jesús uniéndose para ayudar a cubrir la necesidad económica de Habsa.
No tenía por qué temer al futuro, a pesar de sus incógnitas.
Entonces empezó la pandemia. Al no poder reunirse en persona, iniciaron encuentros virtuales para orar por su hermana. Los Fronteras obreros también empezaron a llamar a seguidores de Cristo de origen musulmán de otras ciudades para hablarles de la operación de Habsa.
Algunos creyentes acababan de perder su trabajo debido al cierre por la pandemia. Aun así, muchos de ellos dieron lo que pudieron. Al cabo de unos meses, se había dado suficiente dinero para cubrir la operación de Habsa, y la operación estaba programada.
Pero el día antes de la intervención, el médico realizó un chequeo rutinario del corazón de Habsa. Mostró que una de sus arterias estaba obstruida. Explicándole que Habsa necesitaba que le colocaran quirúrgicamente un stent antes de poder extirpar el cáncer, el médico ordenó un análisis para el día siguiente a fin de determinar el alcance de la obstrucción.
Una operación así costaría miles de dólares más. Ante otro obstáculo imposible, los creyentes locales y Fronteras obreros rezaron para que la arteria de Habsa se despejara inmediatamente.
"Ese es el poder del nombre de Jesús".
Al día siguiente, Habsa se hizo los análisis. El médico revisó los resultados y se sorprendió al comprobar que la arteria ya no estaba obstruida.
"Ese es el poder de la oración en nombre de Jesús", explicó Habsa al desconcertado médico. Ahora tenía luz verde para proceder a la operación de cáncer.
La operación fue un éxito y Habsa pasó una semana recuperándose en el hospital. Su amiga Zahra, creyente de origen musulmán, estuvo a su lado todo el tiempo.
A lo largo de la semana, las dos mujeres compartieron el Evangelio con todas las enfermeras que venían a ver cómo estaba el paciente. Habsa encontraba formas naturales de dirigir la conversación hacia Jesús. Luego, con una franqueza cautivadora, Zahra compartía el mensaje de la Buena Nueva. Las enfermeras y el personal del hospital, que nunca habían conocido a seguidores intrépidos de Jesús, se sorprendieron al ver a dos de ellas en su propia ciudad.
"Nos encanta lo que dice tu libro sobre Jesús, y vamos a seguir leyéndolo".
Varias enfermeras entraban en la habitación de Habsa para oír hablar de Cristo. Aparecían con el pretexto de que necesitaban ver cómo estaba el paciente, pero se sentaban junto a Habsa y la escuchaban a ella y a Zahra hablar de la Palabra.
El día antes de que Habsa fuera puesto en libertad, cinco enfermeras musulmanas pidieron una Biblia. Zahra se encargó de que cada una se fuera a casa ese día con su propio ejemplar.
"Anoche mi marido y yo leímos la Biblia que me diste", dijo una enfermera al día siguiente. "Nos encanta lo que dice su libro sobre Jesús, y vamos a seguir leyéndolo".
Cuando Habsa recibió el alta, tres enfermeras se ofrecieron voluntarias para visitarla en casa y ayudarla a recuperarse. Aunque Habsa se ha curado de la operación, las enfermeras siguen viniendo para oír de la Palabra y aprender más sobre Cristo.
- Alabado sea Dios por utilizar el cáncer que estaba destinado a destruir la vida para abrir los corazones de los musulmanes a la vida eterna en Jesucristo.
- Orar por la protección y la buena salud de Habsa.
- Orar que los creyentes de origen musulmán sean sal y luz en sus comunidades y compartan con audacia la esperanza que hay en ellos.
- Pide al Señor que suscite nuevos equipos de testigos del Evangelio para ir a compartir a Cristo con los musulmanes.
Este relato procede de un veterano obrero. Los nombres y lugares han sido modificados por motivos de seguridad.